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domingo, 3 de enero de 2021

Ok, pero... ¿qué rayos es la conciencia?.

La conciencia no es otra cosa que la autoridad máxima de la mente. La que observa pensamientos, creencias y emociones. Sin identificarse con ellas. Sin reprimirlas, sino pasándolas por el filtro de lo importante, lo que aporta, y lo desechable, la basura mental. Pensamientos negativos, repetitivos, autodestructivos. O creencias limitantes, que nos producen dolor. 

Toda acción realizada, tiene su origen en la mente. Y todos tenemos esa capacidad para razonar. Sólo es que muchos, no la usamos. Y vivimos en una constante diarrea mental. 

Los pensamientos llegan, y se van, sin ningún control. Y nuestra mente es fácilmente dirigida por el inconsciente personal y colectivo. Así como también, por el entorno, las opiniones ajenas, la cultura, la religión. Y por los medios de comunicación masiva, con su manipulación permanente. 

Si no hay un capitán que comande tu cerebro, cualquier marea, paradigma o influencia psíquica externa, es capaz de influirte. Esa es "la matrix". Así ha funcionado desde siempre nuestra especie. Selección natural. En que el más fuerte, controla al más débil. La dominación, es primeramente mental. 

Si el sistema es capaz de penetrar, y dirigir tu mente, dominará tus emociones. Y tu vida. Promover la sensación de inseguridad, carencia, insatisfacción, crisis, violencia, miedo, y culpa, es el modus operandi de los actuales gobiernos. Así como la mejor forma de mantenernos en la sumisión. Y mantenerse a su vez las élites, en las cúpulas del poder. 

Como una masa dormida. Sometida y manipulable. Participando voluntariamente del circo de la democracia. Perpetuandose en el poder, con nuestro consentimiento. Consumiendo lo que nos consume. Respondiendo a estímulos, que nos crean necesidades inexistentes. 

Un ser humano despierto, es una amenaza para el sistema imperante. Porque una vez que despiertas, tú diriges tu mente, y por consiguiente, tu vida.

La conciencia es el control mental, conectado al corazón. A tu esencia o alma. Y a la chispa divina del espíritu.



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