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martes, 25 de diciembre de 2018

Moraleja en noche buena.

Contexto: 24 de diciembre de 2013, Catita chica y yo mirando el cielo inmenso y estrellado. Atisbando con curiosidad, algún rastro del trineo del hombre de la barba blanca. Son diez para las doce de la madrugada, estamos en nochebuena.
La pequeña me señala que hay que pedir un deseo, -porque las estrellas en navidad son mágicas!!-, me cuenta.
-Muy bien.- le respondo. -Entonces pidamos un deseo-.
Nos tomamos de las manos en la oscuridad de la noche, y sus ojitos brillan de entusiasmo e ilusión.
-Tú primero Cata Leyton!!-, me ordena.
-A ver... Yo quiero que la Catita chiquitita tenga una vida feliz, plena, llena de buenos momentos, y que cumpla todos y cada uno de sus sueños. Eso deseo-. Le digo con solemnidad. Es un gran deseo, pienso.
-¿Y tu deseo cuál es?-, le pregunto intrigada.
La niña de cinco años aprieta su manito frágil contra la mía, y con su cabecita levantada hacia el cielo y el cosmos, pide su deseo al universo, quien atentamente la escucha. Entonces, con su tierna voz, dice lo siguiente;
- Mmm... Yo deseo una patineta!!-. Grita y se ríe.
-Genial. Nuestros deseos se cumplirán-.
Afirmo totalmente convencida.
Entonces la abrazo fuerte, y guardo las siguientes lecciones en mi corazón;
. Ningún sueño es tonto, si a tí te hace feliz.
. En la medida en que menos deseemos, menos sufrimiento habrá.
. Mientras más humildes sean nuestras expectativas, menor será la frustración. Y nos sentiremos felices, con cada simple cosa, que la vida nos obsequie.



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